terça-feira, 24 de agosto de 2010

La Sexta: "la razón y la ira" - Sergio Rodríguez Lascano


La Sexta Declaración de la Selva Lacandona representa una nueva fase en la práctica y el pensamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Según ellos mismos lo han planteado, el proceso que permitió llegar a ese objetivo duró tres años. Tres años de diálogos, intercambios, acercamientos, asedios. Tres años para madurar un diagnóstico, una concepción y una propuesta. A diferencia de otros que pretenden tener una respuesta para todo y actúan con una profunda irresponsabilidad —en tanto nunca hacen un balance de lo que dicen, más aún ni siquiera les interesa saber si alguien los escucha—, el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN asume con responsabilidad lo que propone y lo que hace, en tanto no son comentaristas de lo que pasa sino actores comprometidos que luchan por cambiar al mundo y al país.

Tres años nos pueden parecer mucho para llegar a una propuesta, acostumbrados a regirnos por los tiempos del poder, pensamos que el tiempo no nos pertenece, que está sobredeterminado por los conflictos, la agenda y la geografía de los señores del dinero y sus palafreneros (por lo menos así se ven ellos): la clase política.

La Sexta es una propuesta político-organizativa. Y, como tal, representa una apuesta política que en su diseño, elaboración y ejecución requiere de una visión más o menos precisa de qué se pone en riesgo, quiénes son los interpelados, cuál es el marco general de referencia, con qué tiempos y en qué espacios. Desgraciadamente la impaciencia por el éxito y la eficacia no tan sólo buscan determinar las relaciones sociales de dominio sino que también influyen, muchas veces, en la visión de los que luchan en contra de ese dominio. La política de los de abajo necesita romper con esa impaciencia y con esas cargas ideológicas. La política de los de abajo requiere de su tiempo y su espacio. La Sexta refleja la maestría que significa poner el tiempo del lado de los trabajadores del campo y la ciudad. ¿Por qué no antes? Porque no se podía. ¿Por qué no después? Porque no se debía.

Una cuestión similar acontece con el problema del espacio. El EZLN siempre se ha movido en los tres planos del espacio de la política: lo local, lo nacional y lo internacional. Algunas veces como planos diferenciados, otras como la combinación de dos de ellos y otras combinando todos los planos. Y siendo indudable, como ellos mismos lo señalan en la Sexta, que la cuestión indígena (la lucha por los derechos de los pueblos indios) fue el hilo conductor de lo fundamental de su política, ellos nunca renunciaron a contar con una propuesta nacional más allá de los pueblos indios. En la sexta, los tres planos del espacio de la confrontación con el poder del dinero se ubican como los lugares de actuación.

El arte de la política es dominar el tiempo y el espacio. Y lograr esto muchas veces significa ceder espacio para ganar tiempo, o ceder tiempo para ganar espacio, o ceder tiempo y espacio para ganar más tiempo y más espacio, o no ceder nada para ganar…

El lenguaje de la Sexta

La forma de la Declaración me parece inmejorable. A mí me recuerda mucho la primera. No quiero decir con esto que las otras Declaraciones no sean muy importantes, lo que me interesa subrayar es que el tono me parece más cercano. Refleja de una manera nítida (me parece) la discusión que tuvieron las comunidades indígenas de Chiapas y da la impresión de estar escuchando las discusiones que tuvieron y las conclusiones a las que llegaron. Eso dicho de otra manera hubiera sido mucho menos impactante y mucho menos profundo. Entonces, aunque en la Declaración se señala el salto hacia adelante que propone dar el EZLN al dirigirse ahora a los trabajadores del campo y la ciudad en su conjunto y trabajar para su organización, lo hace desde los modos y el lenguaje de las comunidades indígenas zapatistas. De esta manera la visión del mundo, de México, de lo que se proponen hacer cobra una fuerza mucho más grande y significativa. Una vez más no se trata de una proclama, de las típicas en la historia de la izquierda mexicana, sino que lo que se nos ofrece es una experiencia y, producto de ésta, una propuesta donde nos dan a conocer su visión de la vida y de la lucha, lo cual permite que la riqueza del contenido sea acompañado de un lenguaje fresco y vital.

Por otro lado, el tono de la Declaración permite que la comprensión de lo que ahí se plantea sea más fácil. Atrás de la Sexta se encuentra lo que Adolfo Gilly ha señalado en otras ocasiones: la fusión entre la razón y la ira. Pero lograrlo es una verdadera creación. Cuando la razón no se encuentra con la ira de los desposeídos, normalmente se vuelve fría e insustancial. Cuando la ira se presenta sin la razón, normalmente es estéril y vana. Razón e ira son los dos elementos de la Sexta.

Efectivamente, como dijo nuestra compañera, Eugenia Gutiérrez, en una reunión de la revista Rebeldía, se trata de un nuevo Ya Basta. Pero al retomar las demandas originales de la Primera y al señalar la voluntad de construir una fuerza de la mera izquierda basada en los trabajadores del campo y la ciudad, este Ya Basta es más grande y más audaz y, desde luego, no exento de riesgos.

Las partes de un todo

Un texto de esta naturaleza debía de iniciar con dos definiciones: “De lo que somos”, “De dónde estamos ahora”. Estos dos apartados no buscan fundamentalmente recordar diversas fases de lo que ha sido la política del EZLN sino algo más profundo: la decisión de lucha del zapatismo, su capacidad para saber escuchar, su voluntad de cambiar las relaciones de dominio que oprimen a nuestro pueblo, la búsqueda de abrir espacios para la reorganización del antagonismo social, la vocación de no rendirse frente a la ofensiva arrasadora del capital (lo cual permitió, para una parte de la generación del 68 —por lo menos ese es mi caso—, contar con una especie de pulmón artificial cuando pensábamos que todo estaba perdido; y para una nueva generación que, sin haber sufrido las derrotas de la lucha socialista, en medio del mayor escepticismo, encontrara otra forma de hacer y entender la política), la voluntad por hacer renacer la esperanza. Ese largo camino (sin hablar del anterior, el más duro, el que solamente les pertenece a ellos) tuvo la virtud de convertirse en el camino para muchos otros. Eso es, creo yo, el significado profundo de los dos primeros apartados.

Sobre la tercera parte, yo creo que representa una conclusión de lo que ha sido la experiencia práctica del zapatismo. La forma de ver al mundo refleja la capacidad para entender una serie de cambios que se han realizado en los últimos 20 años. En un artículo publicado en el periódico La Jornada, Emmanuel Wallerstein plantea lo siguiente: “Desde 1994 la rebelión zapatista en Chiapas ha sido el movimiento social más importante del mundo, el barómetro y el disparador de otros movimientos antisistémicos por todo el planeta”. Para luego plantearse una pregunta: “¿Cómo puede ser que un pequeño movimiento de indígenas mayas en una de las regiones más pobres de México pueda desempeñar un papel tan importante?” Efectivamente, responder esta pregunta es un reto. Paradójicamente, en los análisis críticos y en algunas ocasiones hostiles que se han realizado sobre la Sexta, de alguna manera, se contesta esta pregunta sin buscar contestarla. Desde aquellos que le reclaman al zapatismo su vuelta al lenguaje “duro” de la izquierda o la vuelta a “las viejas teorías de la lucha de clases” y por lo tanto el abandono de la pequeña lucha por “el empoderamiento local basado en la sustentabilidad y en la agroecología” hasta los que de plano dicen que al zapatismo nunca le interesó el movimiento indígena o que jamás elaboró una teoría sobre este movimiento.

Aquí parece que existe un problema de los que elaboran la interpretación. ¿Cómo fue posible que el EZLN lograra ganar un consenso sobre la forma de construir una propuesta constituyente y soberana para los pueblos indios de México? ¿Cómo fue posible que un grupo de nostálgicos de izquierda lograran un consenso entre cientos de comunidades indígenas para que se construyera una autonomía cercada por decenas de miles de soldados y combatida por todos los medios posibles? ¿Cómo fue posible que el mensaje zapatista tuviera el eco internacional que ha conquistado? Por eso los mismos que están elaborado esta crítica, en otros momentos ya habían tratado de cuestionar el carácter indígena de los zapatistas. La razón es simple. Para estos compañeros el movimiento indígena es autogestionario pero siempre necesitará a un intelectual que lo interprete, que decida quién sí es verdaderamente indígena y quién no, desde luego un intelectual que no viva con ellos, que vaya de vez en cuando a la comunidad, que escriba muchos libros sobre sus pláticas con los comuneros y que forme muchas o­nG´s que consigan recursos financieros para las comunidades y para sus investigaciones.

Una de las características que bajo esta concepción se le pone al movimiento indígena es que no se metan en política nacional. Para la política nacional están los partidos políticos, que son malos pero necesarios. Bajo esta ideología de la reservación, el movimiento indígena debe ser local y punto.

Pero el EZLN nunca ha engañado a nadie. Desde el inicio ha sido claro su planteamiento. Se trata de un movimiento político-social que está basado (y creo estará basado siempre) en las comunidades indígenas en los altos, el norte y la selva de Chiapas; que lucha en contra del desprecio, la discriminación, la violencia, el despojo y la explotación de los pueblos indios de México; que en su apellido lleva una parte significativa de su definición (de Liberación Nacional); que tomaron las armas y se constituyeron en un ejército rebelde para luchar en contra del neoliberalismo, pero también para ser escuchados por los otros sectores de la sociedad, incluida una izquierda que había sido incapaz (en términos mayoritarios) de sobrevivir a la oleada cardenista y había entregado sus banderas a cambio de un cierto estatus social, una izquierda que seguía esperando a una clase obrera ideal vestida de overol, como se espera a Godot en la famosa obra de teatro de Samuel Beckett, sin percatarse de que Godot había llegado vestido de indígena maya; una organización que no busca la toma del poder sino combatir todas las formas de poder y en especial aquella, la más despreciable de todas, la del poder del dinero. Sin duda se trata de un resumen demasiado apretado y sin duda esquemático, pero nadie puede llamarse a engaño, el zapatismo siempre ha sido claro.

Otra de las definiciones del zapatismo ha sido el ubicarse en la izquierda. Desde luego esa ubicación ha sido conflictiva, tanto para el zapatismo como para el resto de la izquierda. El EZLN representa tres aspectos en lo que tiene que ver con el pensamiento de izquierda: continuidad, negación y superación. Se trata de términos paradójicos entre sí y sin embargo tienen una gran utilidad para tratar de aproximarnos a la lucha de los pueblos de los altos, el norte y la selva de Chiapas.

Continuidad, negación y superación de lo que eran las viejas formas de entender el mundo en el pensamiento de izquierda. Continuidad en el terreno de comprender el significado de la explotación y del capitalismo como tal. Negación en tanto rompen con la vieja visión de la izquierda la cual a pesar de sus declaraciones de fe internacionalistas siempre ubicó el terreno de su análisis y de su acción práctica en el espacio del Estado-Nación, de la clase obrera nacional y del partido revolucionario nacional. Superación al explicar de manera sencilla la forma que ha adquirido la fase actual del capitalismo y la necesidad de contar con nuevas herramientas de análisis para comprender las actuales tendencias de ese sistema. De esta manera, la globalización no es la simultaneidad de la informática o de las innovaciones tecnológicas, sino que tiene apellido y ese apellido es un adjetivo que califica y determina a la globalización: el neoliberalismo. Aquí no se trata de buscar las cosas buenas del neoliberalismo (ese es el error de teóricos emborrachados por la modernidad como Toni Negri), sino ubicar la esencia del mismo como un sistema de depredación y muerte (lo cual tampoco significa suspirar por un pasado lleno de horrores del mismo capitalismo). Para volver al aspecto de la continuidad al señalar que paralelamente a la globalización neoliberal se ha estado generando la otra globalización, la de la Rebeldía. Eso tiene que ver con un viejo principio emancipador de que, desde el inicio de su historia, el capitalismo ha generado su antagonista. La diferencia, y aquí está otro aspecto de superación, es que la Rebeldía no es únicamente producto de la globalización neoliberal sino también de la asunción de la ética como un aspecto definitorio del quehacer político, lo cual no existía en otras épocas en las que no se entendía que muchas veces la gente se rebela no únicamente como producto de su situación material de vida, sino también por la agresión a la forma de organizar su vida y sus relaciones, la destrucción de su economía moral donde lo que se destruye es una racionalidad diferente, una sociedad armoniosa donde no sólo se producen materias primas sino, antes que nada, relaciones más justas y libres. Y, desde luego, el aspecto más fuerte de negación y superación al ponerse por fuera de la estatalidad, tanto en lo que tiene que ver con la visión típica que espera que todo venga desde arriba y por lo tanto, de lo único que se trata es de ejercer cierta presión para que eso suceda, como con los que buscan ocupar el aparato de Estado para desde ahí realizar los cambios en la sociedad. Al trasladar la espacialidad de la lucha de los de abajo del Estado hacia la sociedad el resultado es, por decirlo suavemente, un auténtico reto para las teorías emancipatorias. La gramática de la rebeldía zapatista es diferente de otras gramáticas, sin embargo, lo novedoso es que se trata de una gramática que, al no tener muchas reglas que encorseten su libertad, busca ir al encuentro con las otras gramáticas, entre otras las de la izquierda tradicional.

Sobre la parte cuatro. Se aplica lo que he señalado en la parte anterior, pero se agregan otras cosas. En el discurso zapatista la cuestión de la Patria siempre ha sido muy importante, pero ahora cobra un relieve mayor. La Patria ha sido arrasada, el neoliberalismo no es simplemente un modelo económico, sino un mecanismo letal para destruir los lazos identitarios de una Nación. La Patria, concepto que viene de las primeras revoluciones sociales —las cuales, en un exceso, fueron caracterizadas como burguesas por la manera en que concluyeron, pero que fueron auténticas expresiones de energía popular acumulada en la búsqueda de poner el devenir de una sociedad bajo control de la misma—, cobra ahora, para países como el nuestro, una importancia vital. La diferencia es que antes se buscaba a la burguesía para que encabezara esa lucha y ahora la burguesía nacional no existe y por lo tanto la defensa de la Patria es una tarea para los de abajo, para los trabajadores del campo y la ciudad. La descripción que se hace en la Sexta de cómo se ha desarticulado a la Patria se ubica en función de los sujetos sociales de la misma: los trabajadores, los campesinos, los indígenas, los jóvenes, los homosexuales, etcétera. El proceso de destrucción de la Patria no se ubica únicamente en función de las privatizaciones económicas, sino también en función de la búsqueda por eliminar todas las identidades sociales, colectivas, comunitarias, entre otras, la cultura. En esa dinámica, el instrumento para realizar ese proceso de destrucción ha sido la clase política, nada más que, como sucede casi siempre, las mismas fuerzas que ellos instrumentaron por una serie de actos de sumisión frente al verdadero poder, ahora se vuelven contra ellos mismos. Aprendices de brujos, hoy la patria está en peligro, pero la clase política en sí misma lleva en la frente el sello de la crisis, la ilegitimidad y la muerte.

En el apartado cinco, el EZLN se dirige como nunca antes a realizar un diálogo con los movimientos sociales que hoy resisten en el mundo y en México. Pero con una serie de planteamientos nuevos. No dividen al mundo, como antes se hacia, entre, por un lado, el norte explotador de los países metropolitanos, el sur explotado que luchaba de diversas maneras contra el imperialismo, y los países socialistas que eran los buenos. La nueva geografía del mundo se ha simplificado: lo que en otro texto han bautizado como el norte social y el sur social. Y entonces es fundamental destacar la lucha del pueblo cubano por no dejarse avasallar por el Imperio, pero también es indispensable señalar que no se confunde gobierno y sociedad en el seno del Imperio o de los imperios. Que es necesario dirigirse al pueblo norteamericano o al europeo, no como simples apoyadores de las causas rebeldes de los países antes llamados subdesarrollados, sino como sujetos sociales que luchan en contra de las relaciones de explotación, despojo, desprecio y represión que sus gobiernos y los dueños del dinero mundial llevan a cabo en contra del sur social, en el cual están incluidos. Se trata de ubicar una relación de igualdad dentro de la diferencia en los mecanismos de lucha. Se trata de ubicar la importancia de estos compañeros. Y en el caso de los países como el nuestro se trata de destacar a aquellos que están luchando y resistiendo y creando nuevas formas de rebeldía que no tienen paralelo en la historia reciente.

Sobre la sexta parte, o sea la mera Sexta declaración, al plantearse el cómo, el texto adquiere su mayor fuerza. Primero cuando se ubica la lucha zapatista como la que busca llevar a cabo un gran giro que rompa con la visión instrumentalista, tan cara a la izquierda latinoamericana: no se trata de ver al resto de los movimientos y luchas como simplemente solidarios con el zapatismo. Ofrecer maíz a los cubanos o a los bolivianos, o artesanías y pozol a los europeos implica la idea de que es posible construir otro mundo, no que otro mundo es posible como algo que es ubicado en un futuro incierto, sino que es posible construirlo desde ya y que ese otro mundo se logrará si se respetan las diferencias y si se crea un pie de igualdad entre todos. Que no se camina para hacer encuentros para que se luzcan los que más saben (¿) sino para que se encuentren los que están resistiendo, intercambien experiencias, donde no haya modelos, pero al mismo tiempo se vaya creando el sedimento que permita la ejecución de la sinfonía de los pueblos del mundo. Y en el caso de México, al ubicar la forma de buscar construir una metodología de trabajo de abajo, por abajo y para abajo, con la mera izquierda. Pero ahora no se trata de abrir espacios sin horizonte para todos, sino con la firme convicción de que todos están incluidos no sólo en la movilización sino en el objetivo común a definir por todos.

Finalmente, pero no por poco importante, se encuentra lo fundamental. La Sexta declaración promueve un método para generar un proceso de conformación de una nueva fuerza política: “la mera izquierda”; un programa de lucha; y la necesidad de trabajar por una nueva Constitución. Una vez más nos encontramos con uno de los aspectos centrales de la práctica y el pensamiento zapatista. Se pudo hacer una proclama y formular un programa terminado al que se llamara simplemente a adherirse. Al buscar que se suscriba la Sexta lo que se promueve es un camino para concretar un tiempo y un espacio propios. Un camino para caminar juntos un programa de lucha, una forma de organización y una búsqueda por cambiar el país y el mundo. No se trata de elaborar un programa que signifique la suma de todo lo que un grupo de individuos crea que sea mejor para las masas. De lo que se trata es de construir el espacio para que de manera individual y colectiva se vaya construyendo una propuesta radical para transformar las relaciones de explotación y de dominio. No será un programa que sirva para negociar con el poder lo que nos pueda otorgar, sino un mecanismo de organización propio. Porque cuando la población decide las razones para luchar, entonces existe la convicción suficiente de luchar por esas razones. Los 11 puntos originales del zapatismo no eran una serie de demandas sumadas entre sí sino el resultado del intercambio de las comunidades indígenas zapatistas. La fuerza de esos 11 puntos originales residía no únicamente en su validez como un conjunto coherente y efectivo sino que eran el resultado de la experiencia de pueblos enteros. Por eso, después de más de 11 años de su aparición por medio de la insurrección, después de más de 11 años de hostigamiento militar y paramilitar, después de soportar las mentiras de la clase política, en especial de aquellos que dijeron que nunca traicionarían la causa indígena, después de emboscadas y traiciones, después de que de manera recurrente los medios los han dado por muertos, esas comunidades zapatistas siguen manteniendo sus puntos iniciales y lo siguen defendiendo sin importar los sacrificios que eso ha implicado. Un programa cobra su validez cuando es la encarnación de un sujeto, de un pueblo, de una comunidad, de muchos sujetos, pueblos y comunidades. Entonces se convierte en algo más que palabras ensambladas y se transforma en su razón de ser, en una fuerza que expresa energía humana, la más importante de todas las energías, por lo menos en el terreno de la sociedad. El problema no es si algún grupo de izquierda asume el punto de la nueva Constitución como una parte esencial de la estrategia. El verdadero reto es cuando millones de trabajadores del campo y la ciudad entienden que es indispensable volver a organizar desde sus cimientos al país y al mundo. El camino es más largo y sinuoso, el otro, el de las pequeñas vanguardias, es más corto y aparentemente más luminoso; pero después de muchos años de lucha emancipatoria es necesario señalar que ni siquiera la felicidad se impone.

La idea es construir un gran movimiento social y político que tenga una característica doble: que sea constituyente y soberano. Constituyente porque implica la creación de relaciones sociales nuevas, entre otras las relaciones sociales que permitan su construcción, pero también las que permitan conjuntar, que no negar, sus diferencias y desde luego porque busca reconstruir el país y el mundo desde abajo. Soberano porque nadie decidirá por él.

Posdata:

El Subcomandante Insurgente Marcos ha enviado un nuevo comunicado titulado: “Un pingüino en la Selva Lacandona”, que también se hubiera podido llamar: “¿A quién tenemos que pedir permiso?”. Parece que la Sexta Declaración de la Selva Lacandona causó malestar entre algunos que consideran que el EZLN no debe salir de la selva sino es de acuerdo al calendario y la agenda que el poder ha diseñado, es decir a apoyar al candidato del “centro democrático”.

¿Quién está en condiciones de otorgar los permisos? ¿Los que consideran que la explotación, el despojo, el desprecio y la represión no son temas adecuados para los indígenas?

Pero resulta que la explotación, el despojo, el desprecio y la represión la sufren los pueblos indios de México, quizá como nadie en este país. ¿Los productores de café no son explotados? ¿Los indígenas que no les queda otro camino que irse a trabajar a los Estados Unidos no son explotados, despreciados y reprimidos? ¿Y no fueron víctimas del despojo con las modificaciones al artículo 27 Constitucional?

Entonces parece lo más natural que esos pueblos indios (sin cuya insurrección —por cierto— no existiría el IFE ciudadanizado, o las diversas reformas electorales, entre muchas otras cosas) busquen a los trabajadores del campo y la ciudad de México y el mundo, se dirijan a ellos y les propongan caminar juntos para construir un camino propio, autónomo, otro.

En 1994, los zapatistas interpelaron a la sociedad y preguntaron: “¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?” Hoy podrían formular una nueva pregunta: ¿Quién tiene que pedir permiso y quién puede otorgarlo?

El CCRI-CG del EZLN le pidió permiso a los pueblos zapatistas y ellos respondieron positivamente. Lo que sigue es comenzar a andar el camino y ver si los trabajadores del campo y la ciudad de México y el mundo están dispuestos a construir esa otra cosa.

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